lunes, 10 de junio de 2013

De mis dias en Berlin [Parte 3]

Creo que lo mejor de viajar es recordar: añorar lo vivido, primero en fotos, que si bien es cierto que tiene su chiste, nada mejor que lo que se siente, esa sensación de haber descubierto un lugar nuevo, diferente, alejado de tu cotidianidad, un lugar que haces propio por espacio de días; quieres sentirte parte de él, logras penetrar en lo más profundo de su cuerpo, pero una vez que sientes esa sensación de conquista, es hora de partir. Eso me paso con Berlín.

Pero bueno, a lo que vamos. Siguiendo con la cronología de mi viaje, mi segundo día en Berlín era en domingo, que mejor oportunidad para conocer otro rostro de la ciudad, aparte de que hacia un tiempo maravilloso, muchísimo sol.


Lo primero que hice fue comer algo en el Hostal: mermelada, queso, galletas saladas, jamón, etc.; una vez con las pilas cargadas, a la calle. Me fui caminando hasta Sophie-Charlotte-Straße U-Bahn, compre el ticket del metro en abono por 24 horas: 6,50  [$ 100 pesos]. Me baje en Alexanderplazt, famosísima plaza en Berlín, visita indispensable. Llevaba muchas expectativas; cuando salí del metro lo primero que me impresiono fue tanto sol que hacía, luego vi la plaza: En principio no es la gran plaza que esperaba encontrar, pero tiene dinámica: edificios, líneas del tranvía que pasan por medio, una fuente en primera plana. Como era domingo, la verdad no había mucha gente por la zona, además, a las 9 am, mucho que menos. 


Continúe mi camino por la Schloßplatz Straße hasta toparme con la Berliner Dom [Catedral de Berlín], sencillamente mágico, un edificio de estilo neobarroco con una cúpula de ensueño. Lo estuve admirando un buen rato; tiene a un costado un café que se veía agradable, pero no entre. En el mismo cuadro de la ciudad, a menos de 10 pasos me topé con Altes Museum, colosal construcción de estilo clásico que asemeja a la antigua Grecia. Tiene un largo jardín donde bien se puede descansar en la grama, tomar el sol, leer un libro, todo eso que ofrece Berlín. Del lado derecho, por Am Lustgarten hasta Bodestraße esta lo que se conoce como la Isla de los Museos, un complejo a orillas del rio donde se ubican varios museos de renombre, infaltables en el recorrido cultural de Berlín. Por allí estuve caminando un buen rato, contemplado la arquitectura de los edificios que formaban todo ese complejo cultural. Seguí caminando por la Bodestraße hasta cruzar el puente, hasta toparme con un mercadillo en la Am Zeughaus, una calle cerrada al tránsito de vehículos; lo mismo te vendían pan que obras de arte. Lo peculiar de los mercados en Berlín es que siempre, pese a la cantidad de gente, reina la calma, nadie grita, nadie empuja, por eso provoca visitarlos.


Empecé a caminar en dirección a la Fernsehen Tower que se ve desde cualquier parte de Berlín; por la zona abundaban las grúas; la ciudad pasa por un proceso de modernización constante, por lo que pude percibir. En camino me topé con la Rathaus de Berlín, un hermoso edificio de estilo renacentista de ladrillos rojos, simplemente hermoso. Lo malo, es que debido a la cantidad de grúas de la zona, fue imposible hacer una buena foto o apreciarlo en su complejidad, pero lo que vi me encanto. Camine en dirección norte hasta toparme con otra parte, si se podría decir así, de la Alexanderplazt, con una monumental fuente de estilo griego, al fondo la Fernsehen Tower; más a la derecha St. Marienkirche. Es una agradable zona donde puedes sentarte a un lado a contemplar a los turistas tomarse fotos, o simplemente si quieres tomar el sol. 


Después de echar un ojo, volví a salir a la avenida principal, pero esta vez a Unter den Linden, caminando se llega a la Neue Wache, el Edificio de la Nueva Guardia, pequeño, pero con un encanto que satisface la mirada de cualquier turista. En este tramo, es común ver un sin fin de grúas, puesto que están remodelando algunos edificios antiguos para conservar sus fachadas. Por la larga calle Unter den Linden se llega, que simula la Masaryk mexicana, a Brandenburg Tor. Durante el recorrido de algo más de un kilómetro, se puede apreciar un sin fin de tiendas, bancos, restaurantes, cafés, librerías, florerías, tiendas de souvenirs, museos, etc. La calle está repleta de gente, es normal, domingo a las 11 de la mañana, turistas a millón, un panorama multicultural. Cuando un semáforo está en rojo para el cruce puedes escuchar en una esquina diferentes lenguas habladas por sus nativos, de todas partes. Es un espectáculo único. Tienen que vivirlo para saber de lo que hablo. Bueno, llegue por fin a la gran Brandenburg Tor, ese monumento tan propio de Berlín, símbolo de la capital ante el mundo; turistas haciendo la foto del recuerdo, otros tantos intentando llamar la atención de los turistas con trajes que simulaban la época de la Alemania dividida, un espectáculo de break-dance en la calle por parte de un grupo de jóvenes, en fin, todo parecía tan alocado pero tan tranquilo que era difícil creer que se estaba allí. Luego de varios minutos allí, haciendo las respectivas fotos, me fui hasta Tier-Garten, ese gran bosque-parque en medio de la ciudad que simula un Chapultepec pero en otras dimensiones, mas colosal, mas armonioso, más hermoso.


Quería perderme en sus caminos, pero eso requería mínimo un día completo, así que decidí desviarme de camino e irme al Denkmal Für die Ermordeten Juden Europas que sencillamente es único, como me lo había recordado mi gran amigo Javier Telis. Una hilera de columnas de concreto que simulaban un laberinto, donde uno podía caminar libremente, detenerse a pensar, respirar, llorar si fuese el caso. Es una parada obligada para todo turista que visita Berlín. De allí, un poco cansado, era la 1 de la tarde, decidí irme al Hostal a descansar un poco para tomar energías. Regrese en metro, descanse un par de horas. Sabía que Berlín me esperaba afuera, que no debía precipitarme; conocí otra manera de hacer turismo sin el afán de estar todo el día en calle. 

A eso de las 3 de la tarde o un poco más tarde, sin un plan definido, me subí al metro esperando que la ciudad me sorprendiera. ¡Y lo hizo! Mi intuición me hizo bajarme en Eberswalder Straße, sin imaginarme el panorama que me encontraría en frente. Algo me decía que iba en la dirección correcta, porque vi una masa de personas caminar desde la estación del metro a un lugar que no tenía idea, así que me deje llevar, y cuando menos supe estaba frente al Mauerpark Berlín; ese legendario parque testigo de grandes acontecimientos, que aún conserva parte del Muro de Berlín.


Era impresionante ver todo ese mosaico de situaciones: un mercadillo vintage-hippie donde bien vendían cosas nuevas que usadas, una concha acústica donde el más valiente subía a cantar lo que fuese solo por el gusto de entretener a los demás, una cancha de Basquetbol donde dos equipos de jóvenes nativos se enfrentaban bajo la mirada apremiante de los locales, familias enteras haciendo cualquier tipo de actividades en la grama, asando carne, jugando a las cartas, tomando el sol con un traje de baño en plena ciudad. Fue una experiencia mágica haberme topado con Mauerpark, porque pude vislumbrar la otra cara de Berlín, el de sus habitantes, no el Berlín turístico. Me di una vuelta por el mercadillo, aunque lo único que compre fue una cerveza para hacer más ligera la caminata; fui un rato a ver el juego, luego escucho a una chica imitar a Amy Winehouse llevándose un sin fin de aplausos.


Un par de horas de estar rondando por allí, me dirigí caminando a Kulturhaus im Ernst-Thälmann-Park, una antigua fábrica de cerveza que fue convertida en un espacio cultural donde se encontraba desde un museo hasta un antro; aunque estaba cerrado todo, a eso de las 6 de la tarde, excepto la oficina de información turística, me pude dar una vuelta por sus silenciosas calles. De allí me fui directo al Barrio de Schöneberg para comer-cenar en un restaurante típico alemán. Comí delicioso por solo 18  [$ 300]. Luego, me senté en una calle a tomarme una cerveza mientras iba apuntando en mi libreta aquellos detalles que no quería dejar escapar. Y de allí, directamente a descansar al Hostal a eso de las 10 pm a dormir. 

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